Confirmado.
Yo soy croquetista... o croquetera, no se como se dirá...
El caso es que me encantan las croquetas, de todas las formas, tamaños y sabores.
Cuando estaba embarazada de Irene me dio una auténtica obsesión por ellas y en los últimos meses las probé de mil sitios, comparando y buscando la más perfecta.
Y me dio por hacerlas, unas cuantas tandas, diría yo, como son tan laboriosas y me creía aquello del síndrome del nido, me creía que así conseguiría adelantar un poco el parto... y ni por esas oye, la niña se retrasó casi una semana y a mi cada día me pasaba un año... muchas de las que me leéis sabéis de lo que hablo...fijo.
Han pasado ya casi 13 años de aquella obsesión croquetil he seguido haciéndolas, y perfeccionando la técnica o probando cosas nuevas, como aquellas cuadraquetas, que hice enooormes porque no me apetecía hacerlas pequeñas, monas y quitatiempos...jaja
O las pruebas fallidas con la chefomatic, que yo creía que me iba a quitar el trabajo de hacer la bechamel y nada, oye, que fue un auténtico fracaso.
Esta noche las he hecho de verduras (bueno, la masa la hice ayer claro) y nos han encantado.
Cocí un puñado de verduras congeladas de esas de menestra (zanahoria, judías verdes, guisantes, coliflor...)
y luego las preparé como siempre. Rehogué las verduras en trocitos pequeños, como si fuera el jamón o el pollo. Harina abundante. Bien de sal. Freír bien. Leche y ... remover y remover, que esa es la gracia: Como dice mi madre, cuanto más remueves la masa, más cremosa sale... y tiene razón.
En eso y en que hay que freír bien la harina, que luego sabe a cruda y está malísima.
La cosa es que han quedado unas croquetas de lo más sanas (salvando las distancias de lo sana que puede ser una fritura) y sobre todo aptas para vegetarianos.
Y además... están riquísimas.
Creo que las voy a hacer así más veces.
Mirad qué pintaza:
¡¡de muerte lenta, vamos!!
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