Para mi cumpleaños, Marisol me ha regalado una excursión Madrid Ghost Tour.
La verdad es que me parece un regalo súper original y parece que va a estar muy bien.
Voy con Manolito, puesto que es una invitación para dos personas.
ACLARACIÓN:
Todas las fotografías están sacadas de la web, por una vez, me quiero relajar, escuchar y estar solo pendiente del guía.
Y toda la información adicional, que cito en cursiva, la extraigo de esta interesantísima web:
https://www.miradormadrid.com/
Hemos quedado a las 20.00 (con la casi fresca) en la Plaza Mayor con el guía, y a la hora convenida, comienza la excursión.
El guía es un joven italiano que dice llevar en España una temporada y que resulta ser todo un personaje.
Lo primero que nos cuenta son unas anécdotas sobre la estatua que preside la plaza.
Es una estatua de Felipe III, cuyo caballo está con una pata levantada.
Nos comenta que según la posición del caballo podemos saber el tipo de muerte que ha sufrido el jinete:
Sobre un caballo con una sola pata levantada, murió por heridas de guerra.
Si es con las cuatro patas apoyadas murió de muerte natural.
Por último, si está con las dos patas levantadas muerto en alguna batalla importante.
¡qué interesante comienzo!
La verdad es que me parece un regalo súper original y parece que va a estar muy bien.
Voy con Manolito, puesto que es una invitación para dos personas.
ACLARACIÓN:
Todas las fotografías están sacadas de la web, por una vez, me quiero relajar, escuchar y estar solo pendiente del guía.
Y toda la información adicional, que cito en cursiva, la extraigo de esta interesantísima web:
https://www.miradormadrid.com/
Hemos quedado a las 20.00 (con la casi fresca) en la Plaza Mayor con el guía, y a la hora convenida, comienza la excursión.
El guía es un joven italiano que dice llevar en España una temporada y que resulta ser todo un personaje.
Lo primero que nos cuenta son unas anécdotas sobre la estatua que preside la plaza.
Es una estatua de Felipe III, cuyo caballo está con una pata levantada.
Nos comenta que según la posición del caballo podemos saber el tipo de muerte que ha sufrido el jinete:
Sobre un caballo con una sola pata levantada, murió por heridas de guerra.
Si es con las cuatro patas apoyadas murió de muerte natural.
Por último, si está con las dos patas levantadas muerto en alguna batalla importante.
¡qué interesante comienzo!
Con la proclamación de la primera República en 1873 la estatua fue trasladada a los almacenes municipales en previsión de posibles actos de vandalismo. Y se restituyó a su lugar con la subida al trono de Alfonso XII en 1875. Pero con el advenimiento de la segunda República sufrió un pequeño atentado. Alguien introdujo por la boca del caballo un pequeño artefacto explosivo que hizo reventar la panza del animal.
Entre los desperfectos se encontraron numerosos huesos de pájaros. Por eso se supo que muchos gorriones curiosos, durante más de 300 años, habían entrado en la escultura hueca y luego no fueron capaces de salir por lo que acabaron muriendo en su interior. Al restaurar la escultura se selló la boca del caballo.
Ahora nos vamos por la calle Mayor y nos pasamos por el Palacio Marqués de Cañete, también conocido como Palacio del Marqués de Camarasa, ahora sede del Centro Sefarad-Israel.
El palacio es del siglo XVI/XVII.
Aquí la leyenda va sobre una "mano cortada" y su fantasma, of course.
La siguiente parada es la Plaza de Oriente.
Dirección exacta: Mayor 69.
Aquí la leyenda va sobre una "mano cortada" y su fantasma, of course.
Dice la leyenda que en 1654 murió el marqués de Cañete atravesado por una espada mientras se encontraba reunido con el religioso Antonio Amada, que fue declarado culpable y ajusticiado en la horca. Para escarmiento de criminales, se cortó la mano del cura y se colgó en parte visible del Palacio.
Es entonces cuando, según dicen, empiezan a aparecerse los espíritus del clérigo y del propio marqués por el edificio. De esta leyenda puede extraerse material para una película clásica de fantasmas. Tenemos muebles que se mueven solos, velas que se apagan, ruidos sin explicación, etc.
Años más tarde uno de los criados del marqués confesó en su lecho de muerte que fue él y no el religioso quien asesinó al marqués dado que éste intentaba seducir a su mujer. Entonces cesaron las apariciones y fenómenos extraños, aunque algunos siguieron asegurando que el Palacio sufre una especie de encantamiento y no dejaron de santiguarse cuando pasaban ante su fachada.
Es la estatua de Felipe IV, que ha sido movida de sitio en varias ocasiones y que ha terminado aquí.
La curiosidad es que el escultor tuvo que buscar la manera de no desequilibrar el conjunto (se les cayó varias veces) y el escultor pidió asesoramiento a Galileo y, aparte de moldear unos cuartos traseros enormes, hizo un uso muy inteligente de la propia cola del caballo, usándola como tercer punto de apoyo.
Y así ya no se caía.
Palacio Real y el por qué se retiraron sus esculturas de su ubicación.
Esta vez, saco la historia de la web https://www.madridiario.es/
Esta vez, saco la historia de la web https://www.madridiario.es/
Ahora regresamos hacia la Plaza de Ópera.
Un 8 de febrero de 1760, el rey Carlos III, decretaba que las 108 estatuas que decoraban las cornisas del Palacio Real fuesen bajadas de inmediato. El por qué esas estatuas nunca llegaron a lucir sobre la cornisa del Palacio de Oriente es toda una incógnita, sin embargo la leyenda y las historias populares sobrevuelan los documentos y los relatos.
Son algunos historiadores los que apuntan que el motivo que impulsó a Carlos III a ordenar la apresurada bajada de las estatuas pudo deberse al tormento en sueños de su madre, Isabel de Farnesio. La madre del monarca, supersticiosa cuanto menos, sufrió pesadillas en las que veía como un terremoto sacudía la Villa de Madrid y las estatuas terminaban por caer encima suya hasta aplastarla. Sin embargo, también están los que mantienen que nunca llegaron a subirse por el cambio de tendencias en la época de Carlos III o simplemente, pudo deberse al excesivo peso.
La elaboración de las estatuas comenzó por orden del rey Fernando VI y bajo la dirección del italiano Giovanni Domenico Olivieri. En un principio, el objetivo de aquellas esculturas era decorar la cornisa del palacio de Oriente pero su destino acabó por ser muy diferente: 108 figuras esculpidas en piedra berroqueña de las imágenes de los reyes españoles, desde Ataúlfo hasta Felipe V, fueron condenadas al ostracismo de los oscuros sótanos subterráneos del palacio.
Ya con el reinado de Isabel II sería cuando las esculturas fueron repartidas por la ciudad y por otros lugares de la geografía nacional. Muchas se quedaron en la Plaza de Oriente o en los Jardines de Sabatini, a escasos metros de su ubicación original; otras colocadas en El Retiro, la Glorieta de Pirámides o el Museo de Artillería; pero otro grupo de figuras fueron reubicadas en ciudades como El Ferrol, Vitoria o Pamplona. En 1973, durante la restauración de la fachada del Palacio Real, se colocaron varias estatuas en la balaustrada superior para recuperar el diseño original de los arquitectos Juvara y Saquetti.
Nos cuenta que el Teatro Real se haya sobre los cimientos de un antiguo cementerio, ya que hubo muchos problemas durante su construcción y se vino abajo en alguna ocasión.
Se haya ubicada sobre el inestable terreno de los antiguos Caños del Peral, una zona demasiado húmeda para conseguir unos cimientos estables.
Y que no se sabe a ciencia cierta si los cadáveres fueron o no convenientemente trasladados a un lugar apropiado.
Y que es por este motivo, por lo que tiene planta en forma de:
¡¡ATAUD!!
Se haya ubicada sobre el inestable terreno de los antiguos Caños del Peral, una zona demasiado húmeda para conseguir unos cimientos estables.
Y que no se sabe a ciencia cierta si los cadáveres fueron o no convenientemente trasladados a un lugar apropiado.
Y que es por este motivo, por lo que tiene planta en forma de:
¡¡ATAUD!!
Cito de la web https://madridtectura.com/
Antonio López Aguado fue el arquitecto encargado de diseñar la obra. Levantará el edificio sobre un acuífero, el que alimentaba la fuente de los Caños del Peral. La planta se verá afectada por el espacio del propio solar. Un problema que tuvo que salvar dejando muchos espacios vacíos y difíciles accesos a través de las alas y de las cajas de las escaleras.
A fin de cuentas, los interminables pasillos y escaleras eran empleados “solo” por los espectadores comunes que accedían por la puerta posterior, en la Plaza de Isabel II. Los miembros de la Casa Real lo hacían por la fachada principal. El resultado final fue un gran edificio de corte neoclásico con vistas al Palacio Real.
A los problemas del trazado, se suma la vista aérea, que tampoco es muy oportuna. En cualquier callejero de Madrid se puede apreciar: el edificio de planta hexagonal tiene forma de ataúd. Como ya dijera Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico dicha planta es “la más ingrata que para un edificio de esta clase ha podido elegirse”.
Jardines de Sabatini.
Nos contó una historia que no recuerdo nada bien, y que por mucho que he buscado en la web, no logro encontrar.
Nos contó una historia que no recuerdo nada bien, y que por mucho que he buscado en la web, no logro encontrar.
Como curiosidad decir que no fueron diseñados por Francesco Sabatini, sino que fueron creados en los años treinta del siglo XX en el lugar que ocupaban las caballerizas construidas por Sabatini para servicio del palacio.
Sobre Sabatini nos cuenta que se rumorea que muere sin brazos, ojos, lengua, un horror vamos...
pero en realidad, murió de muerte natural.
pero en realidad, murió de muerte natural.
San Ginés espíritu robo de joyas
Una de las leyendas más antiguas de la ciudad es la del espectro del anciano del siglo XIV que plantó cara a unos ladrones.
Narro la historia, sacada de un artículo de la vanguardia digital.
"Pocas iglesias más antiguas hay en Madrid que la de San Ginés, situada en el número 13 de la calle Arenal, que es la que conecta Sol con la plaza de Ópera. Aunque el edificio actual es del siglo XVII, hay crónicas que aseguran que la condición de lugar sagrado de ese rincón se remonta a los tiempos musulmanes, cuando allí se construyó una mezquita.
Lo que es seguro es que los primeros escritos que hablan de un templo datan del siglo XII, cuando el noble de origen francés Raimundo de Borgoña, yerno del rey, se instaló allí con sus huestes. Esas tropas estaban formadas por borgoñeses y provenzales. Para honrar a sus santos, le dedicaron un templo a San Ginés de Arles, un beato francés del siglo IV que es el patrón de los notarios, secretarios y escribanos.
Curiosamente, el antiquísimo Ginés también murió decapitado, triste final que también esperaría a un anciano en el año 1353 en el templo dedicado a su figura.
Cuenta la historia que entraron unos ladrones a robar joyas, cálices y ornamentos en la iglesia. Entretenidos en su tarea no se dieron cuenta de que había allí un señor muy mayor rezando que en cuanto se apercibió del delito los amenazó con delatarlos si continuaban con el saqueo.
Al parecer, los delincuentes mataron al protestón con especial crueldad y le cortaron la cabeza con tal precisión que ésta quedó a varios metros del suelo en una escena cargada de sangre. El asesinato causó una gran conmoción en la época y el rey juró venganza.
Según dice la tradición, los fantasmas se pasean por la tierra cuando han dejado una deuda enorme entre los vivos o un asunto importante por solucionar. Al parecer, el espectro del anciano decapitado fue visto por los madrileños de la época varias veces después de su muerte, en lo que se interpretó como un aviso sobre la importancia de resolver el crimen.
Ante la falta de culpables, el rey mandó ejecutar a unos infieles y cuando el fantasma regresó, todos pensaron que el monarca se había equivocado. Casi setecientos años después, el fantasma decapitado sigue siendo una de las leyendas más viejas de la ciudad. Claro que hace tiempo que nadie asegura habérselo cruzado."
Casa de las siete chimeneas
En la Plaza del Rey 1
Sacado de la web: https://www.miradormadrid.com/
Cuenta la leyenda que esta casa se construyó para servir de morada a la hija de un montero de Felipe II, de quien se dice que fue amante en secreto. La joven se llamaba Elena y poseía una extraordinaria belleza que cautivó al hijo de Carlos I cuando aún era príncipe.
Hoy la Casa de las Siete Chimeneas está en el barrio de Chueca, asomando a la Plaza del Rey, a pocos pasos de la Gran Vía. La reconocerás porque en la parte superior destacan siete chimeneas cilíndricas dispuestas en línea, del mismo color del ladrillo rojo que la fachada. A su entrada hay, además, cinco columnas exentas, es decir, que no sostienen nada. Pero en el siglo XVI era una casa de campo rodeada de huertas y jardines en el límite de la ciudad.
El caso es que la joven Elena, que carecía de la nobleza necesaria para emparentar con la realeza, se casó con un capitán del ejército del Rey llamado Zapata. Poco después del enlace Zapata tuvo que partir a la guerra en Flandes contra las tropas francesas, donde participó en la famosa batalla de San Quintín.
El capitán murió en combate y la joven viuda quedó desolada por la tristeza. Apenas comía ni dormía y su aspecto se deterioró considerablemente entre lágrimas y lamentos. Finalmente murió de pena, pero algunos afirmaron que antes del fatal desenlace dio a luz a una niña de la que no se supo nada.
El asunto se complicó cuando los sirvientes afirmaron que en realidad Elena no había muerto de pena sino asesinada, porque habían descubierto en su cuerpo varias marcas de cuchillos. Por eso empezaron a circular rumores que relacionaban la muerte de la joven con el Rey, que había sido su amante y tal vez trataba de ocultar una relación de la que había nacida una supuesta hija por evitar futuros problemas sucesorios.
Pero a quien se acusó formalmente del crimen fue al padre de Elena, quien fue interrogado formalmente. Poco después el cuerpo sin vida del padre apareció colgando de una cuerda sujeta a las vigas de la Casa de las Siete Chimeneas.
Las autoridades ordenaron entonces investigar más a fondo la muerte de Elena, pero el cadáver ya había desaparecido. Nadie sabía dónde podía estar y se pensó que quizá fue ocultado en las paredes del edificio o enterrada en sus jardines. Una búsqueda exhaustiva por la propiedad fue infructuosa y finalmente el cuerpo se dio por desaparecido.
Años más tarde, cuando el revuelo por los crímenes había cesado, un hombre afirmó haber visto por la noche una figura deslizándose sobre el tejado entre las chimeneas de la casa. Se trataba de una mujer vestida de blanco que llevaba una antorcha en una mano y que con la otra señalaba hacia el Alcázar, morada del rey Felipe. Esta aparición se confirmó posteriormente por otros que pasaron por allí durante los meses posteriores.
¿De quién se trataba? Para unos la figura era nada menos que el fantasma de Elena, que reclamaba justicia y acusaba al Rey de su muerte y de la desaparición de su cadáver. Otros dijeron que en realidad era la hija de Elena, nacida poco antes de la muerte de su madre y que fue criada como huérfana a pesar de que su verdadero padre era el propio Felipe II. Pero quizá por el morbo de la historia, la opción que se impuso fue la del fantasma.
En años y siglos posteriores la Casa de las Siete Chimeneas ha tenido diferentes dueños y ocupantes. Uno de ellos fue el marqués de Esquilache, ministro de Carlos III en el siglo XVIII, que al prohibir a la ciudadanía llevar capa larga y sombrero de ala ancha provocó el famoso motín de Esquilache, que acabó con el asalto de la Casa de las Siete Chimeneas por una turba enfervorecida.
Cuando a finales del siglo XIX el Banco de Castilla decidió instalarse en el edificio, se llevó a cabo una reforma para adecuarlo al nuevo uso. Durante las obras se encontró el esqueleto de una mujer enterrado bajo el suelo, y a su lado varias monedas de oro de los tiempos de Felipe II, lo que reavivó la leyenda del fantasma de Elena y las sospechas sobre el Rey.
Según la tradición, las siete chimeneas representan los siete pecados capitales, pero sobre esto no hemos encontrado base histórica. Lo que sí sabemos es que hoy el edificio es Monumento Histórico Artístico y alberga las dependencias del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
La Casa de las Siete Chimeneas está en la calle Infantas, 31, junto a la plaza del Rey.

En la Plaza del Rey 1
Sacado de la web: https://www.miradormadrid.com/
Cuenta la leyenda que esta casa se construyó para servir de morada a la hija de un montero de Felipe II, de quien se dice que fue amante en secreto. La joven se llamaba Elena y poseía una extraordinaria belleza que cautivó al hijo de Carlos I cuando aún era príncipe.
Hoy la Casa de las Siete Chimeneas está en el barrio de Chueca, asomando a la Plaza del Rey, a pocos pasos de la Gran Vía. La reconocerás porque en la parte superior destacan siete chimeneas cilíndricas dispuestas en línea, del mismo color del ladrillo rojo que la fachada. A su entrada hay, además, cinco columnas exentas, es decir, que no sostienen nada. Pero en el siglo XVI era una casa de campo rodeada de huertas y jardines en el límite de la ciudad.
El caso es que la joven Elena, que carecía de la nobleza necesaria para emparentar con la realeza, se casó con un capitán del ejército del Rey llamado Zapata. Poco después del enlace Zapata tuvo que partir a la guerra en Flandes contra las tropas francesas, donde participó en la famosa batalla de San Quintín.
El capitán murió en combate y la joven viuda quedó desolada por la tristeza. Apenas comía ni dormía y su aspecto se deterioró considerablemente entre lágrimas y lamentos. Finalmente murió de pena, pero algunos afirmaron que antes del fatal desenlace dio a luz a una niña de la que no se supo nada.
El asunto se complicó cuando los sirvientes afirmaron que en realidad Elena no había muerto de pena sino asesinada, porque habían descubierto en su cuerpo varias marcas de cuchillos. Por eso empezaron a circular rumores que relacionaban la muerte de la joven con el Rey, que había sido su amante y tal vez trataba de ocultar una relación de la que había nacida una supuesta hija por evitar futuros problemas sucesorios.
Pero a quien se acusó formalmente del crimen fue al padre de Elena, quien fue interrogado formalmente. Poco después el cuerpo sin vida del padre apareció colgando de una cuerda sujeta a las vigas de la Casa de las Siete Chimeneas.
Las autoridades ordenaron entonces investigar más a fondo la muerte de Elena, pero el cadáver ya había desaparecido. Nadie sabía dónde podía estar y se pensó que quizá fue ocultado en las paredes del edificio o enterrada en sus jardines. Una búsqueda exhaustiva por la propiedad fue infructuosa y finalmente el cuerpo se dio por desaparecido.
Años más tarde, cuando el revuelo por los crímenes había cesado, un hombre afirmó haber visto por la noche una figura deslizándose sobre el tejado entre las chimeneas de la casa. Se trataba de una mujer vestida de blanco que llevaba una antorcha en una mano y que con la otra señalaba hacia el Alcázar, morada del rey Felipe. Esta aparición se confirmó posteriormente por otros que pasaron por allí durante los meses posteriores.
¿De quién se trataba? Para unos la figura era nada menos que el fantasma de Elena, que reclamaba justicia y acusaba al Rey de su muerte y de la desaparición de su cadáver. Otros dijeron que en realidad era la hija de Elena, nacida poco antes de la muerte de su madre y que fue criada como huérfana a pesar de que su verdadero padre era el propio Felipe II. Pero quizá por el morbo de la historia, la opción que se impuso fue la del fantasma.
En años y siglos posteriores la Casa de las Siete Chimeneas ha tenido diferentes dueños y ocupantes. Uno de ellos fue el marqués de Esquilache, ministro de Carlos III en el siglo XVIII, que al prohibir a la ciudadanía llevar capa larga y sombrero de ala ancha provocó el famoso motín de Esquilache, que acabó con el asalto de la Casa de las Siete Chimeneas por una turba enfervorecida.
Cuando a finales del siglo XIX el Banco de Castilla decidió instalarse en el edificio, se llevó a cabo una reforma para adecuarlo al nuevo uso. Durante las obras se encontró el esqueleto de una mujer enterrado bajo el suelo, y a su lado varias monedas de oro de los tiempos de Felipe II, lo que reavivó la leyenda del fantasma de Elena y las sospechas sobre el Rey.
Según la tradición, las siete chimeneas representan los siete pecados capitales, pero sobre esto no hemos encontrado base histórica. Lo que sí sabemos es que hoy el edificio es Monumento Histórico Artístico y alberga las dependencias del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
La Casa de las Siete Chimeneas está en la calle Infantas, 31, junto a la plaza del Rey.

Palacio de Linares.
Es visitable el primer sábado de mes y además hay visitas teatralizadas.
Lo extraigo todo de esta web: https://www.abc.es/estilo/gente/abci-autentica-historia-fantasmas-palacio-linares-201807140111_noticia.HTML
Es visitable el primer sábado de mes y además hay visitas teatralizadas.
Lo extraigo todo de esta web: https://www.abc.es/estilo/gente/abci-autentica-historia-fantasmas-palacio-linares-201807140111_noticia.HTML
Cuenta una leyenda que en la actual sede de la Casa de América habitan los espectros de los primeros marqueses de Linares -José de Murga y Reolid (1833-1902) y Raimunda de Osorio y Ortega- y de una niña que supuestamente era hija del matrimonio. Según el relato, José confesó a su padre, el comercial Mateo de Murga y Michelena, haberse enamorado de una chica humilde llamada Raimunda, hija de una cigarrera del barrio de Lavapiés. Al escuchar el nombre de la joven, Mateo de Murga prohibió a su hijo cualquier contacto con la muchacha y para asegurarse de que zanjaba aquella relación, le envió a estudiar a Londres. Pero la distancia no impidió que el joven José terminara por conocer las razones de su progenitor para impedir su romance: Raimunda era su hermana, fruto de una relación extramatrimonial de Mateo de Murga con la cigarrera. Pese a todo, José y Raimunda consiguieron una bula papal, «Casti convivere», con la que podrían vivir juntos, aunque en castidad. Sin embargo, engendraron a una niña, Raimundita, a quien emparedaron al poco tiempo de nacer para que el incesto jamás saliera a la luz. Y su fantasma comenzó a vagar por las estancias del palacio.
Pagos por silencio.
Y hasta ahí una leyenda que durante décadas ha circulado por Madrid. Lo que sí es cierto es que junto a los marqueses de Linares crecieron dos niñas, a las que reconocían como sus «ahijadas». Una de ellas se llamaba Raimunda Avecilla y Aguado, y pasaba por ser la hija del abogado del marqués, Federico Avecilla y Delgado, y de Raimunda Aguado y Cabañas. En 1892, Raimunda Avecilla dio a luz a Aniceta María Ana de Jesús de la Santísima Trinidad, fruto de una aventura con su padrino: el marqués de Linares. Aniceta murió en 1946 y ahora su nieta, Dolores Martínez, ha presentado una demanda de filiación en un juzgado de primera instancia de Madrid contra los herederos de los aristócratas. La principal beneficiaria en su día fue Raimunda Avecilla, la madre de Aniceta, quien todos los meses acudía a la casa de Bartolomé Carrasco Poza, el encargado de las tierras que el marqués tenía en Baeza (Jaen), para entregarle una cantidad de dinero. «Mi abuela (Aniceta) llegó a Baeza en 1904, cuando tenía 12 años. Ya había terminado el colegio en Linares y en ese momento la herencia del marqués ya estaba repartida», cuenta Dolores en conversación telefónica con ABC. «Siempre iba con su madre, Raimunda Aguado y Cabañas, y pagaban a Bartolomé por su silencio. Él tenía dos hijas de la edad de mi abuela, que se criaron como señoritas mientras Aniceta -a quien llamaban Dolores- hacía las labores de una criada», afirma Dolores Martínez. Esas tierras que Anicenta labraba junto a Carrasco «eran unas propiedades que José de Murga quería que en el futuro heredase Aniceta». Aunque al no reconocer el marqués a la niña, se quedó sin nada.
Dolores Martínez lleva diez años recabando documentos sobre los orígenes de su abuela. Asegura que su madre, Amalia Jodar Cruz (1928-1992), «nunca habló» sobre este asunto con gente que no fuera de la familia. «Pensaba que nos podían matar si lo contábamos». Antes de morir, Amalia se cortó un mechón de pelo y se lo entregó a su hija. «Cuando vio que iba a morir sin hacerle justicia a su madre, me pidió que lo guardara». Una muestra de ADN que podría servir para demostrar la filiación. «Ella tenía miedo, yo no. No reclamo dinero, solo quiero que se sepa la verdad sobre lo que le ocurrió a mi abuela. Todos se aprovecharon de ella, es una historia muy triste». Las últimas conversaciones con los Carrasco han sido muy tensas: «Me dicen que qué busco ahora, que si busco el dinero que ellos no tienen. Y que deje a los muertos en paz».
A lo largo de estos años, Dolores ha hablado con los descendientes de los marqueses. Desde Alicia Villapadierna, nieta de Raimunda Avecilla, y su marido Ricardo Arranz, así como Antonio Martín de Santiago-Concha -el último marqués de Linares, quien falleció el pasado mes de marzo- y los descendientes de Carrasco. «Alicia siempre me dijo que no sabía nada sobre el tema, que no llegó a conocer a su abuela, y me puso en contacto con parientes suyos. Todos ellos conocen la historia de mi familia, porque además conocían a los Carrasco, pero ellos siempre lo han negado y nunca me han dejado explicarme».
«La mataron en vida»
Precisamente en 1992, el Palacio de Linares reabrió sus puertas tras una larga rehabilitación. «Mi madre no llegó a visitarlo porque murió meses antes. Fui con mi marido y salí de allí mala, porque en una foto de la marquesa yo vi a mi madre, se parecían muchísimo». En su empeño por querer saber toda la verdad sobre la familia de su abuela, Dolores se puso en contacto con el Vaticano para intentar confirmar si los marqueses de Linares eran hermanos, tal y como dicta la leyenda: « Mandamos una carta y nos contestaron diciendo que no habían encontrado ninguna bula papal».
También escribió a Santiago Miralles, el director de la Casa de América, pero no tuvo respuesta. «Los fantasmas existen, porque no descansan. La ‘‘niña fantasma’’ me imagino que será mi abuela. Ella nació en el Palacio y después la mandaron a Linares a estudiar y, de ahí, a Baeza». Al llegar a Baeza, Juan Pedro Cruz Moreno, el sacerdote de la Iglesia del Santísimo Salvador, redactó unos documentos que decían que a la niña la habían abandonado en la puerta de iglesia y que a los ocho meses había muerto: «La mataron en vida». Dolores tiene ese documento, también la otra partida de nacimiento que le hicieron a su abuela para casarse, donde aparecía con el nombre de Dolores, en lugar de Aniceta. «Le pusieron también una fecha de nacimiento falsa, decían que había nacido en 1904, cuando la herencia del marqués ya estaba repartida». Además de pensar que su abuela no ha descansado -«no pudo decir nada nunca, ni hablar con nadie de su familia; la mataron en vida»-, Dolores identifica su historia con la de La Cenicienta. «Mi madre me contaba todas las noches ese cuento, y siempre me decía: ‘‘Hija, La Cenicienta tuvo un final feliz, pero tu abuela no lo pudo tener’’.
Y así terminamos con esta maravillosa visita, en la que hemos aprendido muchas cosas de Madrid, y hemos disfrutado mogollón.
Lo único malo es que ha durado más de lo esperado y hemos caminado muchísimo...
Agotados, pero muy felices.












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