Bueno, me marcó tan profundamente que casi todos los viajes que he realizado posteriormente se han basado en este viaje.
Cómo lo preparamos, cómo lo realizamos, qué y cómo vimos las cosas.
Me dejó un gusto tan grande por el campismo, que hoy, veinte años más tarde, aún nos gusta escaparnos en una tienda (adquirimos un "chalet" de dos habitaciones más salón-comedor el mes pasado, jua-jua)

El viaje lo hicimos Manu y yo con otra pareja, Pablo e Isabel, que lamentablemente romperían su relación amorosa precisamente durante este viaje, y con Ángeles, que considero que fue muy valiente al irse con dos parejitas... claro que ninguno de los cuatro éramos muy pegajosos, y desde el principio quedó claro que nos íbamos a separar en las dos tiendas por sexos, así que realmente no fue tan duro para ella como podría parecer en un principio.
Nuestro viaje comenzó por tierras castellanas, y visitamos S. Martín de Frómista en primer lugar, siendo el primero de una larga serie de edificios románicos de interés, y que iban a marcar nuestro viaje.
La primera noche la pasamos en Carrión de los Condes, donde pudimos disfrutar de la maravillosa fachada de su iglesia principal y de un baño en un río cercano al camping, cuyo recuerdo me resulta un tanto borroso, pero muy placentero.
Nuestro rumbo se orienta hacia Asturias, destino principal del viaje, y para llegar allá debemos atravesar un puerto, pasando por Oseja de Sejambre y el Desfiladero de los Beyos, entre otros parajes de grandísima belleza.
Después los pueblos de obligada visita, como Cangas de Onís, entre otros, y la llegada a Oviedo, que visitamos exhaustivamente (la Cámara Santa, S. Miguel de Lillo, Sta. Mª del Naranco...)
Breve visita a Covadonga y sus lagos, y ya vamos avanzando más y nos adentramos ya en la zona de Cabrales, desde donde intentamos hacer la ruta del Cares, pero que erramos el camino y acabamos subiendo al pueblito de Bulnes... una subida horrorosa, más inhóspita y feorra que la senda del Cares y que terminamos por puro orgullo, no por que hubiera muchas ganas (al menos por mi parte) de llegar hasta el final.
Recuerdo que había una mini-taberna o bar donde pudimos tomar una cocacola fresquita. Y nos enteramos que todas las cosas las subían en burro (imagino que eso habrá cambiado ahora) ¡¡no quiero pensar en una posible parturienta!!
En los siguientes días, visitamos Fuentedé y su maravilloso mirador, Sta Mª de Lebeña, el puerto de Piedras Luengas y S. Salvador de Cantamuda.
Lo más impresionante de la zona: Sto. Toribio de Liébana, donde adquirimos una amplia colección de postales y algún que otro poster, reproducciones del famoso Beato.
La última parada es en Aguilar de Campoo, donde el camping era de primera y nos pasamos vagueando las últimas horas de nuestro viaje, en la piscina, que era un lujo, comparada con los otros campings en los que habíamos estado
(bueno, exceptuando el camping La Paz, que era m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o, sito en Llanes, en el mismo viaje...)
Este pues, fue el primero de los viajes, que realizamos con estos amigos, y que hacíamos siguiendo siempre una misma pauta: preparación y elección de la zona a visitar, búsqueda de cosas de interés y del "cogollito" y disfrute y "dolce far niente" cuando se podía.
El tema de la comida, es aparte, claro: Siempre llevábamos cosas no perecederas, como latas y cosas así, y al tercer día ya teníamos la sensación de necesitar con urgencia cosas como un guiso de pollo o algo de cuchara.
Los tiempos cambian y ahora hay muchísima variedad, pero por entonces la cosa se reducía a latas de fabada litoral, o de magro, pasta de esa prefabricada o salchichas embolsadas...
No era muy cómodo, pero los recuerdo como los viajes más increíbles de todos los tiempos.
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